viernes, 22 de agosto de 2014

Poema

POEMA

Despojaron su alma
de las sedas del deseo.
Quedaron dos llamas
de amor puro
enlazadas.

        Este poema está en tercer lugar en el librillo “Poemas y variantes”, escrito entre 2003 y 2006.
        Podríamos decir que es una teoría del amor, sobre el amor. El amor entre hombre y mujer, entre mujer y hombre.
        Socialmente, aunque el mundo vaya hacia una democratización de los sentimientos, de la vida etc. , todavía hay quien se enamora sólo de la figura del otro, sólo de su posición social, sólo de si tiene coche, dinero, casa y no tiene madre, dicen y no en voz muy baja las mocitas en Japón. Afortunadamente no son todas. Ultimamente hay una variante, que sea producto extranjero, porque no les gusta el producto nacional (Para que quede todo claro: alto, guapo y rubio.... adivinen el país).
        Evidentemente en otros paises ocurrirá lo mismo. Los caballeros..... muchas veces, que la dama sepa cocinar , sepa mantener la casa etc.... no es raro que se diga.
        A pesar de los cambios, superficiales, el ser humano parece más conservador de lo que dice. Van creándose variantes que algún día terminarán por enraizarse. Por el momento lo dicho arriba parece lo más normal, aunque el vestido cambie.
       Si esa entrada en el amor termina, como dice el poema, en llamas de amor enlazadas, es decir, en que los sentimientos sean los que al final prevalecen, no creo que haya que decir que sea totalmente malo. Pero los deseos, y no sólo físicos, natural en el ser “animal” que somos, suelen desbordar a muchas personas.
        ¿Qué tipos de deseos? Las sedas del deseo. Tengamos en cuenta que la seda en occidente siempre ha sido un producto exótico, que viene de oriente, ese oriente rico, lujoso etc. A esas sedas, como símbolo es al que tanto ellos como ellas se suelen agarrar muchas veces para decir que aman. ¿Qué suele ocurrir? Les propongo la lectura de la literatura picaresca.
        Sin duda, la “riqueza”, así en símbolo material, es necesaria, pero si en el amor la riqueza es la idea predominante, apaga y vámonos. Las mujeres se quejan de unas cosas sobre sus compañeros, los hombres de otras. Al final la ruptura...... Quizás se confundió el deseo verdaderamente amoroso, con el desmedido deseo material....
        Yo me quedo con el fuego. Al terminar de escribir el poema me vino a la mente un lugar existente en Segovia, el Convento de los Carmelitas Descalzos. Allí en una capilla, en un catafalco se encuentran los restos de San Juan de la Cruz, patrón de los poetas en español. La parte alta de las paredes de la capilla son llamas, las llamas de amor puras de sus poemas. Pero si nos ponen delante un poema de San Juan de la Cruz , la noche oscura etc..... y no nos dicen que es de él, depende de la edad, claro, se puede sentir por la columna una corriente que podríamos  llamar erótica, increible. A los 17-18 años, cuando estaba en el instituto me ocurrió, nunca lo he olvidado.
        San Juan de la Cruz  nos habla del amor de Dios y del amor a Dios. Como el amor humano y el divino es algo que nos han separado tajantemente en nuestra cultura, el amor humano nos puede resultar pecaminoso (bastantes estragos ha causado), sólo el divino es bueno, que también ha causado estragos.
Para terminar me quedo con una frase que dice más o menos así, buscarla entre las más de 500 páginas del libro“Un Kamasutra español” resultaría dificil.
“Para el cristiano el contacto físico resulta pecaminoso.
Para el islámico es una de las formas de llegar a Dios”
Si leen ese gran libro titulado “La Mano de Fátima” que se publicó hace unos años, quedará más que claro.
Este “Kamasutra” no es el título original, en realidad no tiene título. Se encontró un manuscrito en aljamiado, es decir letra árabe pero que se puede leer como castellano, creo que en Murcia, y lo escribió un creyente antes de ser expulsado de la península allá por la época de la expulsión de los mosriscos. Es sencillamente la creencia del pueblo islámico, otra cosas son las atrocidades que se ven de vez en cuando. Es necesairo distinguir. Gracias por su atención.


Antonio Duque Lara 

martes, 12 de agosto de 2014

Relatos Breves

RELATOS BREVES



EL PELO

        Le acariciaba el cabello como se acaricia la suave, escurridiza, melocotónica piel de un niño de pocos meses. El perfume de manzana de su cabeza le embriagaba los sentidos. Se le iba colando por los poros como el humo, el olor a gasolina, a muerte próxima se acerca a las aletas de la nariz. Era la melancolía derramándosele por los poros.
       Veía su infancia, su volada juventud robada por los quehaceres. Demasiado ocupado. Era como si ni un momento de tranquilidad se hubiera adueñado nunca de él. Tal vez era esa insatisfacción profunda lo que le desazonaba el alma.
        Era ese uno de los pocos momentos que sentía dignos de ser recordados. Era la suavidad de su pelo, de las que infunden el maravilloso deseo del Amor, de las que infunden ganas de ponerlo todo en el asador sin exigir absolutamente nada.
        Definitivamente, acariciando su pelo, se sentía feliz.



CALIDO AMANECER

Aupada sobre la punta de los pies, trataba de coger un libro de la estantería. Su amado se acercó por detrás, la tomó de la cintura y con un ímpetu como de viento la alzó a la altura que ella deseaba.
                 
Tomó el libro en sus manos y, en silencio, como se había desarrollado todo el instante, ella no se había sorprendido en absoluto, la volvió a depositar en el suelo, como una pluma, un papel, un suspiro, tierna, suavemente.
                 
Se volvió hacia él. Lanzó sus brazos al cuello y lo besó con la ternura que un niño deposita en la mejilla de su madre un beso cariñoso, que una leona lame a sus cahorros.
                 
Eran sus ojos un chorro de luz amorosa que provenía de lo más profundo del alma.
                 
Ella le dio las gracias y él le acarició la barbilla. El le lanzó un beso en un mohín de niño travieso y se fue hacia el sillón en que preparaba su trabajo diario.
                 
Ella, en otro sillón, se sentó, abrió el libro, comenzó a leer y se fundió en amor con la lectura. El héroe de la novela lo tenía delante de sí. La felicidad le rebosaba por las costuras del alma.
                 
La tarde era fría, hacía viento, llovía, pero en la habitación, con la suave respiración del sentimiento, todo era cálido y tierno.
                 
Despertaron, se miraron y comprendieron que habían tenido el mismo sueño.
                 
Era un cálido amanecer para un nuevo día que comenzaba.



FELICIDAD

                  Iban a dar las doce de la noche. Finalizaba un día y comenzaba otro. Era una hora mágica y misteriosa. Una especie de magnetismo afloraba con la hora en la habitación. Era un renacer, un florecer, hasta tal punto que era en ese momento cuando todo el cansancio acumulado, que ni siquiera un buen baño había podido hacer desaparecer, se esfumaba como por ensalmo.
                  Los ojos bailaban llenos de alegría, el corazón se aceleraba como si se fuera a producir un encuentro amoroso. La mente, dormida hasta ese momento, despertaba, ruidosa y con ganas de hacer algo. Era la hora bruja, la hora de los grandes acontecimientos, la hora en la que se quisiera uno entregar hasta deshacerse en amor....
                  Habían pasado las doce de la noche y Cenicienta seguía siendo Cenicienta, y el sapo no se había convertido en Príncipe, ni los malos estaban entre rejas, ni el mundo era completamente feliz.
                  Pero no importaba. Se volvería a repetir la historia hasta que la última se convirtiera en realidad. El reloj seguía su camino y el sueño empezaba a abrumar los párpados.
                  Se encontraron uno frente a otro, hombre y mujer, plenos, hermosos. Se miraron al fondo de los ojos y alzaron la tristeza que encerraban  desde hacía siglos.
                  Se fueron despojando de las veladuras del alma hasta quedarse en pleno corazón enardecido.
                  Dos fuegos, dos imanes que se atraen, en silencio, sin palabrería inútil. Fueron enlazándose como la hiedra al árbol, como la lluvia a la tierra, como el amor al amor.
                  Al final no era ni blanco ni negro. Eran dos y eran uno. El resultado para el mundo era el amor que daba sus frutos.
                  La aurora empezó a desperezarse y sonó el asesino de los sueños. No era el grande, era el diminuto teléfono móvil, despertador, cartera con fotos, agenda y cámara fotográfica.

                  - ¿Sí?
                  - Hola, mi amor.
                  - Hola, mi cielo.
                  - He soñado contigo.
                  - Yo también.
                  - Tú eras moreno como el café sólo.
                  - Y tú blanca como la leche pura.
                  - Sí, fundidos y enlazados.
                  - El aromático sabor de la mañana frunció nuestra nariz.
                  - La delicia hecha paladar.
                  - El amor hecho vida.
                  - ¿Qué tienes que hacer hoy?
                  - Amarte por sobre la vida y la muerte.
                  - Te espero en las enredaderas de mi jardín.
                  - Espérame que voy de vuelo.

        Un perfume a rosas y jazmines inundó la brisa del amanecer. El mundo, por la mañana, tenía cara de felicidad.

sábado, 2 de agosto de 2014

El Movil o el asesinato del timpano

EL MÓVIL O EL ASESINATO DEL TÍMPANO.....
 
         Durante mucho tiempo me he negado a usar teléfono móvil, celular, ketai o como quiera que se llame en los distintos distritos del mundo mundial.
        Hubo un tiempo, la edad de piedra del artefacto, en el que te lo regalaban. Ahora parece que en algunos lugares también. Pero, claro, después venía San Pedro con la rebaja. La factura no bajaba de unos miles de pavos gastados en unas comunicaciones no siempre útiles. No hacer caso de las dulces palabras que se dicen en lugares poco iluminados, dice el dicho.
        Era curioso, aquellas personas que están a la última, aquellas personas que sólo ven la última moda como el oxígeno que da la vida, lo trataban a uno como un troglodita irredento.
        - Dáme tu dirección de e-mail.
        - No tengo.
        - ¿Cómo?
        Uno no se siente tacaño, pero no quiere tirar alegremente ese preciado fruto dineril que tantas horas de sueño ha costado. Además, el menda no quiere echarle la culpa al Gobierno de turno de la falta de erario.
        Imagino que haber crecido en una tierra en la que las cigarras se llaman chicharras porque el sol achicharra cuando ellas cantan, hace que se tenga cierta aversión a las chicharras de la moda. ¿Lo necesito? ¿No? Pues entonces se acabó lo que se daba. ¿Sí? Pues vamos a pensar precios y calidades. A veces un descalabro económico nacional es bueno para bajar los humos.
        - Tenga usted, es gratuito.
        - No lo necesito.
        - Pero es que es gratuito.
        - ¿Y qué si no lo necesito?


        Y te miraban con cara de estar viendo al ser más extraño existente sobre la superficie de la Tierra.
        El tiempo fue imponiendo el aparatito y los intentos de prohibir su uso en determinados lugares y condiciones.
        ¡Que si quieres arroz, Catalina! Si Dios tuviera móvil tampoco haría caso.  
     Yo no sé si hay una relación de causa efecto entre la expansión del móvil y la desaparición de ese antidiluviano objeto llamado libro. Lo cierto es que cada vez se ven menos mamotretos en las manos de los viajeros . Todo, hasta la compra, cabe en el móvil. Eso sí, no desaparecen los periódicos despelotados para recreación de la vista de quien no quiere ver curiosidades íntimas en público. ¡La vida!
        Observando bien, se ven aumentar las Monas Lisas en una proporción que llega a la inundación. Ojos que se centran en el ¿cuarzo? del aparatito, ojos intrigados, soñolientos, que se conectan con los labios en una conjunción no se sabe si de felicidad o de locura escondida a punto de estallar.
        Hay actos nerviosos, continuados con las manos. No se dedica el público a pensar. En un instante sace el aparato. La pantalla se enciende la tira de veces y después se apaga y se vuelve a meter en el bolso, en el bolsillo de la chaqueta o en el bolsillo trasero de las damiselas que, hipócritas ellas, quieren que las miren y las toquen. (Vade retro Satanás, igualdad de derechos y demás pendejadas de los tiempos)
        En fin , la locura nacional. Pero hete aquí que los tiempos cambian y te pone la vida en un brete. Macho, que si quieres llamar al trabajo porque al tren se le ha pinchado una rueda, a casa por si hace falta algo para la cena que la parienta o los crios se han olvidado, al amigo o a la amiga para saber cuando os podeis ver para el parloteo, la cerveza o el pitorreo, no se encuentra un teléfono en chiquicientos kms. a la redonda.
        Los tiempos cambian, ¿o te los cambian? La necesidad se impone y uno acaba sucumbiendo a los dulces encantos de sirena de un aparatito excepcional que te va a solucionar todo menos que te aumenten el sueldo o te toque un buen montón en la lotería.
        Una sangría más en la economía familiar. A eso, los finos, le llaman progreso, otros despilfarro capitalino, capitalista o Dios en vinagre.
        Pues eso, móvil al canto con todos los descuentos, implementos, suplementos, aplementos y demás leñes y leñas habidas y por haber. Y ahora a aprenderrrrr.
       Como, en principio, sólo lo piensa uno usar para lo más básico... Telefonito, emilito, fotito, carajito...
        Y llega el gran descubrimiento. ¿O habría que decir re--- descubrimiento, de Renacimiento de la ciutatis?
        - ¿Diga?
        - Hola, hermosa, ¿qué tal?
        - ¿Cómo? No te oigo bien, habla más alto.
        - No soy yo, es el Pachinko que se acaba de abrir.
        -¿Qué dices?
        - Ah, por fin. Digo que.... ¡Dios! ¡La moto!
        - ¿Qué pasa?
        - Nada, una bestia en moto de 500 cc. chillando a toda pastilla.
        - ¿Dónde? Ah, sí, espera. ¿Y ahora?
        -¿Dónde estás? Parece una caverna.
        -¿Retumba? Como una tumba vacía...
        - Bueno, que te vuelvo a llamar. Besos.... Ah, una pasta por dos              minutos sin decir nada. ¡Un ojo de la cara y parte del otro!                   ¡Redios!
Y vuelve el placentero silencio y te montas en el tren.
        - Burun, burunnnn
        - ¡Teléfono! ¿Sí?
        - Oye, que...
        - Perdona, que estoy en el tren y no puedo levantar la voz.
        - Es que...
        - Dentro de diez minutos. Cuando llegue a la estación.
        -¡Ah!
        - Rin, ring...El receptor no está cerca. Le dejamos reservada la                llamada en el Centro Servidor de Reservas ( o como lechugas se                          llame). Después de dar la señal, cante...
        - ¡Ah!, que bueno, que perdona, que no te he dicho nada. Ya, hay      mucho ruido. ¡Plaf! 
Y otro día uno se pone a llamar en la salida de una estación con una galería comercial y te tienes que meter el auricular en el mismísimo oido porque los altavoces cantores de los almacenes se cuelan por el auri....
        - ¡Que no te oigo!
        - Espera que voy a una cabina ¡Qué dolor de cabeza!
¿Tan ruidosa era esta ciudad? Viene la bestia. Una imponente moza que se mete por los ojos. De esos melocotones en almíbar que cualquier fémino, ¿o se dice hómino? se comería sin rechistar. Pero tiene un defecto, evidentemente no en nombre de la moda, sino en nombre de los trogloditas masculinos. El tacón del zapato va suelto. El alfiler del tacón parece unas castañuelas repiqueteando. Con un sonido agudo que se mete en el cerebro dañándolo irreparablemente.
       ¡Las mato! La belleza muere por el tacón. Y después dicen que no llaman la atención.
        El móvil, que se planteó como una solución de todos los problemas, terminará por convertirse en la más sutil herramienta de atrofiamiento cerebral.